Festividad: 17 de noviembre
Canonización: 27 de mayo, 1235

Cada persona se enfrenta a los buenos y a los malos tiempos. Vemos esta verdad en la vida de Isabel de Hungría. Nacida en 1207, Isabel era la hija del rey Andrés II de Hungría. Creció como una niña muy religiosa y se casó con Luis, el rey de Turingia (en Alemania), cuando sólo tenía 14 años. Los dos trabajaron en su matrimonio. Ellos se respetaban el uno al otro. Amaban a sus tres hijos.

Como rey, Luis gobernó de manera justa. Como reina, Isabel construyó dos hospitales para ayudar a su gente. Lavó y vendó las llagas de leprosos. Cada día, daba pan de corteza gruesa, caliente del horno, a cientos de pobres.

Entonces Luis se marchó a luchar en las Cruzadas. (La Iglesia Católica luchó estas guerras para recuperar Tierra Santa.) Mientras estaba lejos, murió de la peste. Isabel, que sólo tenía 20, quedó descorazonada.

Luego, el nuevo rey pensó que ella había dado demasiado dinero del reino a los pobres, por lo que la obligó a salir de su castillo y entrar en un convento. Tuvo que dejar a sus hijos.

Cuando los amigos de Luis regresaron de las cruzadas, hicieron que el nuevo rey cambiara de opinión. Isabel pudo regresar al castillo y a sus hijos. Su tío trató de obligarla a casarse de nuevo, pero ella había prometido que si algo le sucedía a su marido, sólo serviría a Dios.

Ella ayudó a construir un hospital y se dedicó a cuidar a los enfermos. Isabel se desgastaba a sí misma con sus buenas obras, y en 1231, a la edad de sólo 23 años, murió. El dinero y la fama nunca habían sido importantes para ella. Ella amaba a su marido, a sus hijos, y a Dios. Por eso la Iglesia la honra como santa. Debido a que ella dio tanto del pan que da vida a los hambrientos, Isabel es la patrona de los panaderos.

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